Cómo aplicar la inteligencia emocional en el aula de infantil
El origen de la Inteligencia Emocional
Hoy en día, es un término muy empleado en el ámbito educativo, empresarial y social, sin embargo, lleva siendo objeto de estudio desde hace más de 30 años.
Los antecedentes de la Inteligencia Emocional se remontan al año 1983, cuando Howard Gardner plantea su modelo de Inteligencias Múltiples, en el que se reconocen otros tipos de inteligencia. Hasta este momento, para determinar la inteligencia de una persona, sólo se contemplaban las habilidades lingüísticas y lógico-matemáticas.
El primer uso conocido del término Inteligencia Emocional data de 1985. Aparece en el título de la tesis doctoral de Wayne Leon Payne, alumno de la Universidad de Artes Alternativas Liberales en los Estados Unidos. Sin embargo, hasta 5 años más tarde, no se vuelve a mencionar.
Las primeras teorías sobre Inteligencia Emocional fueron desarrolladas por primera vez en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, quienes la definen como “la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como guía del pensamiento y de la acción”.
En 1995, Daniel Goleman publica su libro “Inteligencia Emocional”, haciendo una gran difusión sobre el tema y aportándole a gran valor a un concepto que había pasado desapercibido hasta entonces. Goleman define la Inteligencia Emocional como “una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social”.
En conclusión, cabe afirmar que el término Inteligencia Emocional surge como resultado de dos hechos fundamentales: la investigación de las habilidades emocionales y su aplicación educativa; y la reconsideración del concepto Inteligencia.
¿Qué es la inteligencia emocional?
Hoy en día, existen multitud de definiciones de Inteligencia Emocional en la red y cada vez, aparecen más estudiosos del tema que siguen aportando tantos matices a las descripciones anteriores que, en ocasiones, es difícil entenderlas.
Por esta razón, voy a simplificarlo a su mínima expresión. En una sola frase, sería “la capacidad de identificar y
gestionar nuestras emociones”.
Tradicionalmente, la enseñanza se ha ocupado del ámbito cognitivo. En la actualidad, se preocupa por el desarrollo integral de la persona, incorporando el aspecto emocional.
Dentro de las competencias que favorecen el desarrollo de la inteligencia emocional, podemos nombrar como principales: el autoconocimiento, el autocontrol, la automotivación, la empatía y la comunicación.
El autoconocimiento es la facultad de conocerse a uno mismo, teniendo en cuenta nuestras posibilidades y limitaciones; y nuestras diferencias y similitudes con los demás. Dominar esta competencia nos ayuda a definir la imagen que tenemos de nosotros mismos de un modo más realista.
En el terreno emocional, el autoconocimiento implica reconocer nuestros sentimientos, ser conscientes de cómo afecta a nuestro estado de ánimo y, en consecuencia, en nuestra conducta.
El autocontrol es la habilidad de dominar nuestras emociones, comportamientos y deseos, no con el fin de reprimirlos, sino con el propósito de actuar de un modo consciente en la elección de nuestra respuesta. Se desarrolla a partir de los 6 años, pero podemos ir sentando las bases en edades más tempranas.
La automotivación es la pericia de darse razones de peso a uno mismo para realizar una acción sin que nadie más lo estimule para realizarla. En la etapa de 0 a 3 años, niños y niñas sienten mucha curiosidad por el mundo que les rodea, sus ganas de aprender y experimentar son suficientes para emprender acciones. A partir de los 7 años, es aconsejable fomentar su autoconfianza, recompensar sus esfuerzos, alimentar sus intereses y darle oportunidades para que disfrute del éxito si vemos que les falta motivación.
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Constituye una herramienta muy valiosa para establecer relaciones sociales sanas y satisfactorias porque permite salir del egocentrismo (una de las característica que presentan niñas y niños de la etapa infantil), lo que facilita el proceso de socialización.
Al actuar teniendo en cuenta a los demás, entendemos mejor cómo se sienten y nos da la posibilidad de regular nuestras interacciones. De este modo, haremos sentirles cómodos en nuestra compañía, seremos aceptados en nuestro grupo y aumentará nuestra autoestima.
La comunicación es un proceso a través del cual se emite y se recibe información. Además, contiene un valor social, pues a través de ella, intercambiamos opiniones y sentimientos con otras personas.
Si cultivamos la inteligencia emocional, entenderemos mejor el comportamiento de las personas de nuestro entorno y aprenderemos cómo debemos dirigirnos a ellas.
Importancia de la Inteligencia emocional
Las emociones son las reacciones que manifestamos ante una persona, lugar, situación, etc. Son utilizadas para encontrar nuestro hueco en el medio que nos rodea, por ello, nos acercamos o alejamos de una persona, lugar, idea… dependiendo de lo que nos haga sentir.
Gestionar nuestras emociones nos permite controlar nuestras acciones. Gracias al desarrollo emocional, el niño y la niña construyen su identidad, autoestima, seguridad y confianza.
Por esta razón, favorecer el crecimiento de la inteligencia
emocional les ayudará a enfrentarse del modo más adecuado a las dificultades que encontrarán a lo largo de su vida. Además, constituye un medio eficaz para prevenir situaciones de estrés, agresividad o, incluso, depresión.
Existen estudios científicos que avalan la idea de que la inteligencia emocional no sólo influye en las conductas de comportamiento, también afecta al rendimiento académico: Chen, Ruben y Li (1995); y Haynes, Norris y Kashy (1996), por citar algunos.
En el año 2001, Natalio Extremera y Pablo Fernández-Berrocal llevaron a cabo un estudio en dos institutos de Málaga. Llegaron a la conclusión de que los alumnos y alumnas que poseían la capacidad de conocerse a sí mismo y actuar en consecuencia, gozaban de un equilibrio psicológico que realmente incide sobre el rendimiento académico tal como demostraron estudios anteriores.
Es decir, una persona con desajustes emocionales, escasas habilidades o problemas de aprendizaje, es más propensa a sufrir estrés, frustración o ira. Por lo tanto, desarrollar su inteligencia emocional puede ayudarles a vencer estas dificultades.
Cómo trabajar la Inteligencia Emocional en el aula de infantil
La inteligencia emocional se puede (y se debe) comenzar a trabajar a edades tempranas y seguir desarrollándola a lo largo de toda la vida. Para ello, debemos generar un clima de confianza donde niñas y niños se sientan queridos y seguros.
En esta misión, el docente juega un papel importante como referente y guía. A estas edades, muchos de los conocimientos que adquieren niñas y niños, proviene de la imitación. Por lo tanto, si queremos que nuestro alumnado sea empático, debemos tratarle con empatía. Además, es necesario que le acompañemos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y el juego es el medio más efectivo.
Antes de gestionar las emociones, tenemos que conocerlas y saber nombrarlas.
Existen muchas actividades que ayudan a conocerlas: representarlas frente al espejo y solicitar que las reproduzcan; mostrar fotos y vídeos; o hacer caretas con las distintas emociones.
Resulta más fácil si asociamos cada emoción a un color (por ejemplo, el rojo, representa el enfado) o a una manifestación física (una persona triste, siente un vacío en el interior).
El siguiente paso sería identificarlas en nosotros mismos y en los demás. En este sentido, aprovechar la asamblea para ayudarles a que expresen cómo se sienten, puede ser interesante.
Otro modo de reconocerlas consiste en relacionar las emociones con las distintas situaciones que se dan en el aula. Por ejemplo, si se genera un conflicto, trataremos de saber cómo se siente cada implicado tras la trifulca.
También da resultado asociar los sentidos y las emociones. Por ejemplo, damos a probar alimentos con los sabores básicos (dulce, salado, amargo y agrio) y tendrán que explicar lo que sienten al degustarlo. Como guías, nuestra misión es ayudarles a entender sus sensaciones.
Según vayan desarrollando el lenguaje y vayan adquiriendo mayor control sobre su cuerpo, iremos ampliando el vocabulario para ser más específicos, incluyendo frases de perdón cuando hagamos sentir mal a otra persona, inculcando actitudes de ayuda cuando un compañero o compañera lo necesite, etc.
Pronto organizaremos un taller gratuito de actividades para trabajar la inteligencia emocional en la etapa de 0 a 3 años, estad atentas para no perder vuestra plaza.